
Aprende a estar en paz y en plenitud contigo mismo eligiendo tus propias emociones y reacciones calmadas, pensadas y sosegadas en todas las circunstancias.
Acabas de salir tan contento de casa, pero después de andar unos pasos, comienza a llover. No llevas paraguas y tienes que refugiarte en un portal. Este hecho tan normal te enfada y te pone de mal humor. Por suerte, te ha visto tu amigo y vecino, que va en coche, y te ha invitado a subir. De nuevo, sonríes porque va en la misma dirección que tú y te deja en la puerta de la empresa en que trabajas. En tan sólo unos instantes has cambiado de sentimientos: primero has salido feliz de casa, después el chaparrón te ha puesto de mal humor y, por último, el vecino amigo, que ha hecho de samaritano y de chófer, te ha devuelto la alegría y el buen humor.
Si continúas así todo el día, adaptando tu buen o mal humor a las circunstancias, o mejor dicho, permitiendo que sean las circunstancias quienes marquen tu estado de ánimo, tú mismo te conviertes en el problema, impides que la paz y el sosiego interior se activen en ti como constante, y en lugar de crearte un refugio seguro de tranquilidad y de equilibrio que te permita disfrutar de cada instante, no cesas de preocuparte y de contribuir a que todo lo que suceda a lo largo del día te desequilibre e inquiete.
La diferencia entre las personas sosegadas y equilibradas, que propician el éxito y evitan los fracasos, está en que, sean cuales sean las circunstancias, concentran todo el poder de su mente, toda su atención e intención, en ser ellas mismas la solución y no el problema. La vida, lo que nos va sucediendo, es y se convierte en la actitud que adoptemos en cada momento. La misma situación o hecho traumático, a unas personas les hace crecer y fortalecerse y a otras les hunde y enferma. Si nos dejamos llevar de la emoción que nos marca una determinada circunstancia, somos reactivos, perdemos el dominio de nosotros mismos y el equilibrio interior.
La solución está en sentirnos al mando de nosotros mismos, regresar al "campamento base" o refugio de paz y equilibrio interior, como explico en mi libro Sabiduría esencial (Editorial Temas de Hoy), y llenarnos de sentimientos de fortaleza, gozo, serenidad y sosiego. Dentro de nosotros mismos se encuentra ese refugio seguro donde podemos reconfortarnos y recuperarnos, sin permitir que las inclemencias de las circunstancias adversas nos arrastren al precipicio de dejar nuestra vida a la deriva, sin control y sin sosiego del espíritu.
Con qué facilidad olvidamos que, como bien dijo Cervantes, "cada cual es artífice de su propia fortuna".
Acabas de salir tan contento de casa, pero después de andar unos pasos, comienza a llover. No llevas paraguas y tienes que refugiarte en un portal. Este hecho tan normal te enfada y te pone de mal humor. Por suerte, te ha visto tu amigo y vecino, que va en coche, y te ha invitado a subir. De nuevo, sonríes porque va en la misma dirección que tú y te deja en la puerta de la empresa en que trabajas. En tan sólo unos instantes has cambiado de sentimientos: primero has salido feliz de casa, después el chaparrón te ha puesto de mal humor y, por último, el vecino amigo, que ha hecho de samaritano y de chófer, te ha devuelto la alegría y el buen humor.
Si continúas así todo el día, adaptando tu buen o mal humor a las circunstancias, o mejor dicho, permitiendo que sean las circunstancias quienes marquen tu estado de ánimo, tú mismo te conviertes en el problema, impides que la paz y el sosiego interior se activen en ti como constante, y en lugar de crearte un refugio seguro de tranquilidad y de equilibrio que te permita disfrutar de cada instante, no cesas de preocuparte y de contribuir a que todo lo que suceda a lo largo del día te desequilibre e inquiete.
La diferencia entre las personas sosegadas y equilibradas, que propician el éxito y evitan los fracasos, está en que, sean cuales sean las circunstancias, concentran todo el poder de su mente, toda su atención e intención, en ser ellas mismas la solución y no el problema. La vida, lo que nos va sucediendo, es y se convierte en la actitud que adoptemos en cada momento. La misma situación o hecho traumático, a unas personas les hace crecer y fortalecerse y a otras les hunde y enferma. Si nos dejamos llevar de la emoción que nos marca una determinada circunstancia, somos reactivos, perdemos el dominio de nosotros mismos y el equilibrio interior.
La solución está en sentirnos al mando de nosotros mismos, regresar al "campamento base" o refugio de paz y equilibrio interior, como explico en mi libro Sabiduría esencial (Editorial Temas de Hoy), y llenarnos de sentimientos de fortaleza, gozo, serenidad y sosiego. Dentro de nosotros mismos se encuentra ese refugio seguro donde podemos reconfortarnos y recuperarnos, sin permitir que las inclemencias de las circunstancias adversas nos arrastren al precipicio de dejar nuestra vida a la deriva, sin control y sin sosiego del espíritu.
Con qué facilidad olvidamos que, como bien dijo Cervantes, "cada cual es artífice de su propia fortuna".